Un tránsito hacia la libertad: Sammy Rocha

“Yo, siendo niño, miraba que mi mamá usaba mucho un delantal; se lo ponía cuando se levantaba y prendía la hornilla porque por allá en ese tiempo se cocinaba con hornilla de leña, después de eso se ponía a hacer las comidas. Verla me gustaba y me hacía querer tener mi propio delantalcito”. Este es uno de los recuerdos que componen el relato de la vida de Sammy, mujer trans de la ciudad de Neiva, una historia de lucha, resiliencia y reivindicación.

Por: Nórida Andrade Ortiz, Estudiante de Comunicación Social y Periodismo.

La actual representante del sector de mujeres trans al comité de diversidades sexuales de la ciudad de Neiva, Sammy Alejandra Rocha, nace en una vereda del departamento del Tolima llamada Puerto Tolima, en el municipio de Planadas. Un lugar apartado donde vive conectada con la naturaleza, los animales y la tranquilidad del campo. Crece en una finca en compañía de sus padres, un hermano mayor y sus abuelos, viviendo una infancia tranquila en un hogar amoroso.

Desde una edad temprana fue consciente de que era diferente. Afirma que no compartía mucho tiempo de juego con su hermano pues no tenían intereses similares. “A mí me gustaba jugar a la cocinita, con Barbies, y como en la casa no tenía muñecas, entonces me iba para donde unas primas. Los balones nunca me han gustado; entonces con mi hermano, en ese sentido, casi no compartimos porque a él le gustaban los juegos bruscos”.

Recuerda también que de niño miraba a su madre usando un delantal cuando ésta cocinaba para su familia en la hornilla de leña. Desde ahí le abordó el deseo de poder tener uno. Estos comportamientos y anhelos le permitieron entender que era alguien distinto, que sus gustos y su forma de actuar diferían de lo que se esperaba de él. Para bien, el pequeño nunca encontró reclamo de los adultos a su alrededor frente a su forma de ser y esa fue una condición determinante para poder experimentar libremente su forma de sentir y percibirse.  

La familia de Sammy toma la decisión de desplazarse hacia la ciudad de Neiva cuando este tenía 10 años, debido a que en la escuela donde éste estudiaba solo se dictaban cursos de primaria. Una vez finalizada esta etapa escolar, los niños y niñas debían movilizarse hacia otros corregimientos o municipios para acceder al nivel de secundaria. Para la familia de Sammy, realizar esto era imposible dadas sus condiciones económicas, por ende, y gracias a que su abuela había adquirido una casa en el municipio de Neiva, deciden mudarse a la ciudad; su padre inicia trabajando en tareas de construcción y su madre en un colegio como auxiliar de oficios varios.

Del campo a la ciudad, un reto de adaptación

“Al llegar a Neiva el cambio fue durísimo porque estaba acostumbrada a la naturaleza, a las vacas, a todo eso. Llegar acá, salir y solamente ver casas fue muy duro, allá uno salía y lo único que miraba eran potreros y potreros, también gallinas, vacas, marranos; bueno, lo que uno tuviera por ahí. Y acá pues todo lo contrario”. Los cambios que le presentó este nuevo ambiente dificultaron su proceso de adaptación.

Sin embargo, Sammy considera que el reto más grande en ese proceso fue encontrar su lugar en el aula de clase. “Yo venía de una escuela rural donde todos los niños estábamos en un mismo salón y solamente nos separaban por grupitos de acuerdo al grado donde cada quien estuviera, y pues en cada grado había máximo dos o tres niños, además entre todos nos conocíamos, ya sabíamos quién era hijo de quién y en qué parte vivía”.

El colegio al que el joven llegó fue la Institución Educativa Rodrigo Lara Bonilla. En ella cursó su educación secundaria con algunas dificultades para encajar socialmente: “El colegio a mí se me hacía enorme, yo llegué a hacer sexto, pero no había un sexto, sino que había tres; mejor dicho, por cada grado había dos y tres salones. Entonces, adaptarme al comienzo fue duro, yo era muy introvertida y casi no compartía mucho con ellos y claro, lo notaban. Decían: ¡Ay! Pero usted por qué no comparte. O sea, yo salía a las 12 y me venía de una vez para la casa, cuando tocaba hacer tareas en grupo, yo siempre las pedía hacer sola, no me gustaba ir a hacer tareas a casa de otra persona. En el colegio compartía un poquito en los descansos con un grupito de niñas y otro niño que sabía que era como igual que yo, y de resto no más. Yo siempre buscaba a las niñas. Nunca, nunca, no sé, o sea, nunca tenía feeling con los hombres, y no me sentía cómoda compartiendo con ellos”.

Camino de lucha y resistencia trans

“Me transformé, alquilé todo, peluca y vestido, todo, un estilista me arregló. Yo creo que eso fue como la pauta, yo me miré y dije ¡Mierda!: esto es lo que yo quiero ser, pero no por un ratico, quiero hacerlo definitivamente, de por vida”: así vivió Sammy la experiencia de ver su cuerpo transformado, a través del maquillaje y el vestuario, en una mujer, todo ocurrido en el marco de una noche del Reinado Trans Nacional del Bambuco del 2008.

Al finalizar su educación secundaria, Sammy ingresó a la Universidad Surcolombiana a cursar el pregrado de Licenciatura en Matemáticas. Para este periodo empezó a habitar nuevos espacios que le permitieron conocer a un grupo de jóvenes, abiertamente homosexuales, quienes le invitaron a participar de distintos escenarios relacionados con la diversidad sexual. En este periodo es donde vive su primera transformación y se propuso transitar su cuerpo por cambios que le permitieran lograr plenitud y comodidad consigo misma. Sin embargo, ese proceso implicaría una inversión económica difícil de asumir.

Pese a los esfuerzos estatales por brindar rutas de acceso a procesos hormonales, las mujeres trans en Colombia deben cubrir gran parte de los costos de sus transformaciones. Para esto, y dadas las condiciones de vulnerabilidad económica a las que se ve sometido gran parte del sector, vemos altos índices de trabajo sexual. Sammy cuenta que, para iniciar su proceso de cambio decidió viajar a Bogotá y ejercer como trabajadora sexual: “Para el 2015 decidí irme para Bogotá. Llegué a una casa de citas donde había puras niñas. Ahí comencé a trabajar. Éramos prepagos. Yo trabajé como por un mes larguito y me hice mi primera operación. Al comienzo usaba pelucas o extensiones, pero luego el cabello me creció. Ya ahí fue donde comenzó todo el proceso. Cuando volví a Neiva en el 2016, ya estaba totalmente transformada”.

Al volver a la ciudad, y gracias a la insistencia de un maestro de su programa, decide terminar su pregrado. La universidad agiliza su reintegro, facilitando los cambios de nombre y género en la documentación, ya que ésta los había realizado con anterioridad a la solicitud. El proceso se da con facilidad permitiéndole obtener su título de licenciada e iniciar su camino en el mundo laboral donde inicialmente tiene muchas experiencias profesionales amenas. Sin embargo, como mujer trans, nunca deja de estar expuesta a sufrir discriminación a razón de identidad de género.

“En el 2021 me llamaron a entrevista para un colegio. Yo fui y me entrevisté con el rector, él me dijo que iba a quedar, que fuera al otro día a firmar el contrato. Yo fui y aprovechamos que estaba la psicóloga para pasar con ella y después firmar. La señora me hizo muchas preguntas hasta que salió el tema de que yo era una chica trans, ahí formó un escándalo y dijo que a mí no me podían contratar, que yo era un caso difícil, yo salí de ahí y lloré mucho. Después me contacté con alguien de Cali y junto con un abogado me hicieron un derecho de petición, el cual se mandó al colegio y la respuesta de esos desgraciados fue que nunca me habían negado o discriminado por mi género o por quién yo era, sino que simplemente era porque me faltaba experiencia. Y a mí nunca me hablaron nada de la experiencia”.

La experiencia de discriminación narrada por Sammy hace parte de la realidad que vive el sector de las mujeres trans en el ámbito laboral en Colombia. Estas circunstancias adversas les obliga a depender de labores precarias que agudizan la situación de pobreza extrema a las que suelen verse sometidas. Pero así mismo, es una muestra de resistencia. En entrevista para Desde La U, nos deja conocer una reflexión final sobre este proceso: “Antes me miraba en un espejo y decía: por qué no tengo senos, por qué no tengo el pelo largo, por qué no tengo esto, aquello. Y ahora, cuando me veo digo ¡Guau! Esto es lo que yo quería ver, es reflejar como uno se siente por dentro, pero nada es fácil, o sea, se lo digo de verdad, ser prepago, ser puta, es muy difícil, uno tiene que vivir muchas cosas, pero yo estoy muy segura de lo que soy, de lo que quiero, de lo que me gusta. Hoy trabajo en algo que me gusta pero es una lucha llegar hasta acá”.

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